Ing. John Freddy Duitama M. Ph.D.
Profesor Facultad de Ingeniería.
En estos días que se elabora el nuevo plan de desarrollo decenal
de la U. de A. y los candidatos a la rectoría presentan sus programas de
gobierno vale la pena reflexionar un poco sobre los retos que deberá encarar la
Universidad en la formación de los futuros ingenieros que demanda el país.
El primer gran reto en la enseñanza de la ingeniería es el de
cubrir el déficit de ingenieros que tiene la industria; según datos del Ministerio
de TIC, en Colombia se requerirán 93.000 ingenieros de TIC para el 2018, en
contraste con los 5.000 que se gradúan por año. El segundo gran reto es la baja
calidad en la enseñanza y la alta deserción; según el SPADIES (Sistema para la
prevención de la deserción de la educación superior), en el quinto semestre de
los programas de ingeniería la deserción acumulada supera el 42%. El tercer
reto es ayudar a incrementar la capacidad
de innovación en las empresas del país, indicador estrechamente relacionado
con el tipo de formación que se brinda a los ingenieros; según la encuesta de desarrollo
e innovación tecnológica de la industria manufacturera del DANE 2010, en
Colombia solo una de cada 200 empresas innova en el sentido estricto de la
palabra.
La pregunta obligada es ¿Cómo desde nuestra facultad y en el
nuevo plan de desarrollo de la U. de A. podemos abordar cada uno de estos retos?.
Para contribuir a “disminuir
el déficit de ingenieros” que requiere la industria del país, un posible camino
es definir como meta crear nuevas facultades de ingeniería (por ejemplo en
Urabá y en el Oriente Antioqueño) y ampliar el número de admitidos en la sede Medellín.
Los programas que se creen o amplíen en las regiones deberían estar ligados al
plan de desarrollo local de cada una de ellas. En Urabá programas como
ingeniería oceanográfica, ambiental, civil, de alimentos, informática,
telecomunicaciones, entre otras, que
contribuyan a potenciar la vocación económica de la región. En el oriente antioqueño
programas como ingeniería aeroespacial, civil, química, informática,
bioingeniería, telecomunicaciones, etc. Las facultades que se creen deberían
contar con la autonomía administrativa y presupuestal, evitando el excesivo
centralismo; igualmente, deberían contar con una planta de profesores para desarrollar un modelo de enseñanza
presencial, lo que no se contrapone con el apoyo y coordinación entre las sedes
y el uso de los modelos virtuales de enseñanza que permitan sacar provecho de
las fortalezas que cada una de ellas desarrolle.
El segundo gran reto “mejorar
la calidad y disminuir la deserción” requiere de un trabajo más amplio y
permanente. El propósito es contar con egresados preparados para enfrentar los
grandes retos de la ingeniería contemporánea.
Lo que exige garantizar ingenieros con formación bilingüe, con
habilidades en gestión y dirección de proyectos
y con elevadas destrezas en el
manejo de herramientas computacionales avanzadas (para ampliar estos puntos
remito al lector al estudio titulado “Análisis
del mercado laboral de los egresados de la U de A entre 1996 y 2013”
realizado en la Facultad de Economía de la U. de A.). Otra meta de calidad es
fortalecer la formación de los futuros ingenieros en ciencias básicas, mediante
un departamento encargado del
seguimiento y direccionamiento de esta formación. Entre sus labores estará, en coordinación con
la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, verificar la calidad y la
experiencia docente de los profesores asignados, garantizar la coherencia y
homogeneidad de los programas y evaluaciones en los cursos, así como su
correcta articulación con aplicaciones en la ingeniería. Todo esto sin olvidar la formación humanista y
en valores éticos, el conocimiento de la historia y del impacto de la
ingeniería y la tecnología en la sociedad y el respeto por el desarrollo
sostenible que el planeta requiere.
Según el MEN, en estudio del 2009 sobre “la deserción estudiantil en la educación superior colombiana”, la deserción está asociada en primer lugar al potencial o capital cultural y académico con
el cual ingresan los estudiantes a la educación superior. Los factores financieros
y socioeconómicos están a continuación, seguidos por los institucionales y los
de orientación vocacional y profesional. En esa medida, las carencias en
capital cultural y académico de los estudiantes deben ser enfrentadas desde el
momento que estos ingresan (o incluso antes); un semestre cero para aquellos
que requieren nivelación de conocimientos; un modelo de cursos básicos masivos
con cátedra magistral de profesores altamente calificados apoyados por
asistentes de cátedra para el desarrollo de talleres y asesorías permanentes, garantizando especialmente la
oportuna asistencia a los estudiantes con dificultades; una plataforma
tecnológica de apoyo a la docencia en donde se ofrezcan contenidos y prácticas
de todo tipo (incluyendo laboratorios) que refuercen las actividades
presenciales; un esfuerzo pedagógico y
metodológico grande para capacitar a los profesores responsables de los cursos
considerados críticos para la deserción. Para enfrentar las limitaciones
financieras y socioeconómicas de los estudiantes se puede sacar provecho del
programa de las 10.000 becas que ofrece el gobierno a los mejores bachilleres y
de esta manera hacer posible que el
estudiante de bajos recursos se dedique solo a estudiar, cambiando el modelo de
estudiante-trabajador que solo dedica unas horas residuales del día a lo
académico. Las carencias en orientación vocacional de
los estudiantes primíparos se pueden abordar flexibilizando los requisitos para
el traslado y cambio de programas en los primeros semestres.
El reto de la
innovación tiene como prerrequisito crear
un ecosistema que potencie, viabilice y
haga seguimiento a las ideas innovadores
que se puedan incubar durante el proceso de formación de los futuros
ingenieros. Este ecosistema, además de
una estrecha relación con iniciativas como RutaN, o las impulsadas por el
Ministerio de TIC y Colciencias, requiere de tres elementos claves: Un
instituto de investigación en ciencia y tecnología, la experiencia coreana del
GIST es uno de los tantos referentes que vale la pena estudiar. Un sistema de
posgrados de alto nivel que a mediano plazo duplique los estudiantes de maestría
y doctorado en Medellín y en las regiones, en donde las tesis y los proyectos
de investigación se desarrollen prestando especial atención a los retos
tecnológicos y científicos del país y del mundo. Un Parque Tecnológico estrechamente ligado a
las tres facultades y que sirva como instrumento para la transferencia de
tecnología, la creación y atracción de empresas con alto valor agregado, así
como el fomento de la innovación y el desarrollo tecnológico de las PYMES.
Podría argumentarse que el gran problema de llevar a la
práctica todas estas ideas es encontrar los recursos. Cada uno de los retos planteados son de amplio
consenso entre entidades nacionales e internacionales cuando se aborda la
problemática de la ingeniería; remito al lector al informe de la UNESCO del
2010 titulado “La escasez de ingenieros
supone un peligro para el desarrollo”. En el país, desde varios ministerios
y entidades estatales existen iniciativas para financiar proyectos en temas de
calidad de la enseñanza, impulso de ideas innovadores y ampliación de cobertura
(INNPULSA, Ministerio de TIC, el programa
“Antioquia la más educada”, Fondo Nacional de Regalías, etc.). No sobra reiterar que en el desarrollo de
estos retos hay que prestar especial atención a la permanente tensión que se
genera entre ampliar cobertura y garantizar la calidad, en esa medida el
prerrequisito para impulsar cualquiera de estas iniciativas es gestionar y garantizar
los recursos suficientes; pero es claro que esta vía de los grandes retos es la
única para lograr que un nuevo plan de desarrollo decenal de la U. de A. genere
saltos cualitativos en lo que hoy hacemos desde la facultad por la formación de
los nuevos ingenieros.