jueves, 18 de diciembre de 2014

La investigación pertinente.


Es de la esencia de la universidad crear conocimiento de base y ayudar a resolver los problemas científicos e intelectuales de la humanidad. Sin embargo, la universidad del siglo XXI enfrenta nuevos retos que no eran tan evidentes hace unas décadas, contribuir a la solución de los problemas sociales, ideológicos, políticos y económicos que enfrentar los países en donde se encuentran.  


Desde hace ya varios años, los diferentes actores del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología reclaman a la universidad desarrollar una investigación que sea pertinente. Pero, ¿qué es investigación pertinente?, ¿cuáles son las implicaciones del uso de este término en la definición de las políticas de investigación universitaria?

Para el Diccionario de la RAE, pertinente se entiende como aquello que viene a propósito; definición que puede asimilarse a la cualidad de guardar relación de afinidad y validez con algo. En el contexto de la universidad, puede entenderse entonces, que la investigación pertinente es aquella afín a la misión de la universidad y al estado de desarrollo, económico, social y cultural del país en un entorno de globalización.

Es de la esencia de la universidad crear conocimiento de base y ayudar a resolver los problemas científicos e intelectuales de la humanidad. Sin embargo, la universidad del siglo XXI enfrenta nuevos retos que no eran tan evidentes hace unas décadas; esto es, contribuir a la solución de los problemas sociales, ideológicos, políticos y económicos que enfrentar los países en donde se encuentran. Una buena estrategia para enfrenta ambos retos, el tradicional y el que hoy se evidencia, es combinar de manera adecuada el desarrollo de la investigación básica y de la investigación aplicada.

En el contexto colombiano, que la actividad investigativa desarrollada por la universidad sea pertinente, requiere considerar además ciertas realidades: un país con escasa tradición científica, en donde el desarrollo sistemático de la investigación es una realidad relativamente reciente; en donde existen pocas empresas con departamentos de I+D+i y con una clase política que poco sabe del quehacer científico y sin presupuestos programáticos que articulen las necesidades de nación-región a largo plazo.

Dentro de este ámbito de incipiente actividad científica y poca madurez de los actores que la dinamizan aparecen algunas visiones que pesan en el momento de entender el término pertinencia

Desde la universidad, todavía hay un sector de la comunidad académica que respaldado en las tradicionales visiones de autonomía universitaria y libertad de cátedra, ven todo punto de vista externo como intromisiones no deseadas en el rumbo de la actividad académica e investigativa. Esta concepción llevada al extremo ha dificultado la definición de agendas institucionales de investigación, provocando que cada investigador o cada grupo de investigación defina su propia carta de navegación sin mucho interés por acoplarla a la comunidad académica de su institución y mucho menos con el entorno regional y nacional. Es necesario reconocer que el dinamismo de una investigación basada en grupos disciplinares, si bien contribuyó en la fase inicial de implantación y ampliación del sistema de investigación universitario, también generó una federalización de prácticas que poco coadyuvan a la construcción de agendas institucionales de I+D+i.

Desde las empresas existe una fuerte tendencia a creer que la investigación pertinente es aquella que resuelve problemas de corto plazo, cuya solución genera un incremento inmediato en su nivel de ingresos. A pesar de ser válida su preocupación por el día a día, es evidente que por la naturaleza de los proyectos de I+D+i, ellos no están orientados a resolver este tipo de problemas. Para muchos de los empresarios son poco conocidas o no tienen el interés de participar por ejemplo en las modalidades de cofinanciación que hoy ofrece Colciencias. Es típico que los proyectos presentados a esta convocatorias sean de transferencia tecnológica o de modernización de las practicas productivas, pero poco tienen que ver con construir capacidades de largo aliento, lo que implicaría moverse en la incertidumbre ligada a cualquier proyecto de I+D+i y a la inversión de capital de riesgo.

Desde la política, la principal preocupación de quienes nos gobiernan es lograr a tiempo la ejecución presupuestal anual y cumplir promesas de campaña. De nuevo, la pertinencia está condicionada por preocupaciones pensadas en el corto plazo.

Desde la actividad institucional la dispersión es la constante. Cada institución del estado, ente no gubernamental o gobernante de turno elabora su propio mapa de prioridades, que con frecuencia no coinciden con los de otros actores regionales y que finalmente se convierten en un obstáculo para el trabajo coordinado y concertado. Son escasas las experiencias en el país de proyectos de desarrollo regional liderados por el estado y convocando a los actores económicos, sociales y políticos para aunar esfuerzos en potenciar una región mediante un esfuerzo sistemático y de varios años alrededor de un programa común de trabajo.

Surge entonces la pregunta, cómo encontrar un significado común o por lo menos convergente al término investigación pertinente?

Experiencias de varias partes del mundo han mostrado que la innovación y el incremento de la competividad van de la mano de una estrategia de formación de personal calificado y una intensa actividad de I+D liderada y articulada por el estado, pero que involucre a todos los otros actores alrededor de un proyecto común; también es necesario que estas estrategias de corte estructural no se definan en función de un periodo de gobierno.

En este marco de ideas, las empresas podrían desarrollar sus propios departamentos de I+D+i, o establecer alianzas de largo plazo con las centros de investigación y universidades para desarrollar programas ligados a su visión de negocios.

Las universidades podrían asumir el compromiso de aumentar en número y en calidad los programas de posgrados de corte investigativo, así como establecer agendas institucionales de investigación básica y aplicada, que sin entrar en contravía con la libertad de cátedra, orienten la definición de prioridades en el momento de invertir los escasos recursos disponibles.

En esta misma dirección, vale la pena anotar que la ley 1530 del 2012, que regula la organización y el funcionamiento del sistema general de regalías, tiene entre sus propósitos destinar recursos para incrementar la capacidad científica, tecnológica y de competitividad de las regiones. En principio esta es una buena oportunidad para trascender del inmediatismo y la dispersión en propósitos y acciones. 

En el caso particular de Antioquia, existen una serie de iniciativas orientadas a incentivar acercamientos puntuales entre los agentes del sistema de CT+I regional, aunque todavía estamos lejos de contar con una agenda que todos los actores respalden, liderada desde del estado y pensada como región.

La construcción de la agenda regional debe desarrollar estrategias diferenciadas por subregiones y para el área metropolitana; articular sectores claves como la minería, los recursos marítimos, la agroindustria, la salud, las TIC; articular los actores ya existentes, como es el caso de Tecnova, los centros de excelencia, los cluster por sector económico, la SIU, RutaN, entre otros; así como financiar actividades que propendan por la consolidación de capacidades científicas de los diversos actores – universidades, industria, gobiernos regionales-; y concebir los fondos de capital de riesgo necesarios para dinamizar emprendimientos e ideas innovadoras que resulten de todo el proceso.

La industria 4.0 y la Universidad.

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